lunes, 26 de julio de 2010

"Cuando era joven podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no" (Mark Twain)

Puede que llegado este momento, y por el inalienable derecho al pataleo, no nos quede más remedio que demonizar y buscar culpables sobre la situación económica actual y las consecuencias devastadoras que tiene sobre las vidas de los ciudadanos ex-welfare. Es posible encontrar discursos de los más variado y que hacen referencia a cosas como que si en su momento se suben los tipos de interés otro gallo nos habría cantado, o como que la gente ha vivido por encima de sus posibilidades, incluso cosas como que un peón de albañil no debe andar por ahí subido en un Mercedes, pasando por los que culpan a los bancos concentrando su odio, mientras le dedican una mirada aviesa y todo su desprecio, al humilde cajero de su caja de ahorros, al que el demonio se lo lleve si es que él es el culpable de esto; sin olvidar a los que cargan todas las culpas a los limitados “líderes” políticos a los que no es mi intención eximirlos de su responsabilidad, porque la tienen, pero que simplemente pasaban por aquí, hicieron lo que pudieron, y nadie esperaba más de ellos.

Cuando los “especialistas en comunicación y gurús de opinión pública” hablan de la crisis es otro cantar, estos encienden su “Ventilador Digital Terrestre” y lanzan contra las aspas espuertas de estiércol, unos para abonar los brotes verdes y otros para ponerlo todo de mierda hasta los ojos.

No quiero, sin embargo, desviarme del tema que me trae y me lleva en la confección de este blog; cuando intento sacar conclusiones sobre datos que me aportan información sobre la situación en que se encuentran los jóvenes y consulto el INE, EPA, etc. me encuentro con ingentes cantidades de números que aunque radiografían cuantitativamente dicha situación me dejan un poco frío. La dificultad está, en lo que para mí es lo más relevante, y los estudios cuantitativos no alcanzan a medir, esto es, las expectativas y la confianza que los jóvenes tenemos.

La generación del “todo hecho y el mínimo esfuerzo” era por definición una generación optimista y a la que el futuro poco interesaba, siempre que este sobrepasara el fin de semana, sin embargo, el problema está por venir si es que no ha llegado ya. Probablemente, poco pueda enseñarle nadie sobre crisis y momento difíciles a nuestros abuelos, incluso a nuestros padres, ellos han vivido cambios de rumbo drásticos en sus vidas, pero para mi generación la sensación de que todo sigue y seguirá igual está tan arraigada en nuestros subconscientes que la caída puede ser muy dura. Cuando despertemos y seamos conscientes de la que tenemos encima cundirá el pánico y la desconfianza y una sociedad que vive con miedo y citando una frase tarantiniana; “cuando un hombre tiene miedo es cuando hace daño a otros hombres”.

Para ahondar en las explicaciones, más que en las descripciones, es necesario que los estudios midan, sin duda las tasas de paro, actividad…, pero también intentar comprender los discursos, y la cultura presente en la juventud en momentos tan inciertos.

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